La princesa que llegó en invierno by Christine Rimmer

La princesa que llegó en invierno by Christine Rimmer

autor:Christine Rimmer
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
publicado: 2012-11-30T23:00:00+00:00


Capítulo 8

A primera hora de la mañana, Belle se despertó con la voz de Ben desde la habitación contigua. Cuando llegó, Charlotte, con la misma ropa del día anterior, ya estaba ahí sacándolo de la cuna. —No pasa nada, cariño— le dijo al niño lanzándole una brillante sonrisa a Belle.

—Shar-Shar —dijo el pequeño apoyando la cabeza en su hombro y saludando a Belle con la mano.

—Buenos días, cielo.

Charlotte lo tendió sobre el cambiador.

—Vamos a ponerte un pañal limpio, jovencito.

—¡Sí!

Charlotte le cambió el pañal mientras tarareaba una canción y Belle, observándola desde la puerta, pensó que jamás había visto a su amiga ni tan guapa, ni tan joven ni tan feliz.

—Venga, ve a darte una ducha. El pintor llegará en cualquier momento.

—Es verdad.

Cuando Belle salió al pasillo en dirección al baño, vio que la cama de Charlotte estaba intacta y que incluso la bufanda que había visto a los pies de la cama la noche anterior seguía allí, exactamente en el mismo sitio. Sonrió. No parecía que Charlotte hubiera dormido ahí.

Resultaba que Charlotte era una valiente que por fin se estaba arriesgando por amor, arriesgando su corazón, o tal vez recolectando buenos recuerdos, como Rhia le había sugerido que hiciera.

* * *

Pensó en el consejo de su hermana durante ese día mientras Preston y ella, seguidos por Marcus, iban de tienda en tienda encargando persianas y cortinas, comprando sábanas y una alfombra para la habitación de Ben. Todas las tiendas estaban adornadas con motivos navideños y sonaban villancicos por todas partes. Pararon en una tienda de juguetes y en otra de ropa infantil y aprovecharon para comprar los regalos de Navidad de Ben.

Para el almuerzo, encontraron un pequeño restaurante, allí en Missoula, que servía barbacoas. Marcus se sentó en la barra y, de nuevo, fue como si los dos estuvieran solos. Belle miraba a Pres y pensaba que no estaba preparada para vivir una aventura porque con la muerte de Anne y la futura separación de Ben se sentía demasiado frágil como para arriesgarse a que le partieran el corazón.

Pero aunque no volviera a sentir los fuertes brazos de Preston rodeándola, ese día era especial y lo guardaría en su memoria como un tesoro. Lo haría, durante el resto de su vida.

En el camino de vuelta, pararon en la tienda de pinturas de Elk Creek y cambiaron el mural de Winnie-the-Pooh por uno de un tren cruzando un campo y un avión entre las nubes. Estaba nevando cuando iban hacia el rancho.

Una vez dentro los recibió el maravilloso aroma del guiso de Doris, que acababa de marcharse. Preston pagó al pintor por su día de trabajo y le enseñó el mural. Richard dijo que lo colocaría sin problema y que volvería por la mañana para ocuparse de ello.

Ben seguía durmiendo la siesta y Charlotte y Silas estaban decorando la casa. Ya habían terminado con el árbol, que había quedado precioso, y aunque aún no habían empezado con las luces exteriores, sí que habían colocado bonitas escenas nevadas sobre la repisa de la chimenea del salón y un nacimiento en el vestíbulo.



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